Con todo respeto

Las señales de la inminente, y no cabalmente, reconocida nueva y ahora mayor emergencia sanitaria en la Ciudad de México por el aumento en los casos graves de Covid-19, se perfilaron desde la semana pasada cuando el Presidente Andrés Manuel López Obrador presentó su decálogo de recomendaciones para invitar a la población, en especial de la capital del país, a mantener medidas de seguridad para evitar contagios.

Al tiempo que el Secretario de Salud federal, Jorge Alcocer, aseguraba que la situación seguía bajo control, López Obrador deslizó el dato que ampliarían en 500 camas con ventilador la capacidad hospitalaria. ¿Para qué harían falta si en el discurso oficial la gente ha actuado con responsabilidad?

El anunció pasó a segundo término, pero con los días tuvo total sentido. Es claro que ya tenían una proyección del nivel de contagios y la necesidad de contar con más espacios para evitar que se hable de saturación en los servicios médicos. Sin embargo, los niveles de ocupación hospitalaria se han colocado por encima de lo que creímos como el pico de la pandemia de hace medio año. El riesgo de quedar rebasados es una amenaza latente y probablemente inevitable.

En línea con la actitud del Presidente de no querer dar un manotazo y ordenar medidas restrictivas en serias por temor a ser llamados represores o autoritarios, Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, se ha negado una y otra vez a en las últimas semanas a declarar la entrada en vigor de la fase crítica del semáforo epidemiológico. Hugo López Gatell, subsecretario de Salud, le hizo segunda cuando aseguró que el color del semáforo era intrascendente. Casi con desesperación dijo “alerta por Covid”, “emergencia por Covid”, pero no se atrevió a hablar del problema con todas sus letras.

Adicionalmente, estar en semáforo rojo significa cierre de múltiples actividades, con las consecuencias económicas que ya han sido documentadas por el INEGI por el cierre definitivo de un millón de negocios, aunque el Presidente se niegue a reconocerlas. Así lo había advertido la misma Sheinbaum cuando hablaba de que ese sería el escenario si la ciudad rebasaba el 65% de ocupación de camas generales y con ventilador.

Con todo respeto, si ya estamos por arriba, ¡¿qué esperan?! ¿Quieren evitar el costo político? Lo verdaderamente importante debería ser salvar vidas, pero se conforman con decir que a nadie se ha dejado de atender, aunque resulte una afirmación cuestionable. Pareciera que sobrevivir es ya cosa de cada quién.

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Arturo Cerda