Jaque Mate

“En mi gobierno vamos a producir en México todo lo que consumimos”.

Andrés Manuel López Obrador

¿Se acuerda usted de un político que repetía constantemente la frase “Prohibido prohibir”? Es el mismo que afirmaba que México debe ser autosuficiente en alimentos, gasolinas y otros productos: “Debemos ser autosuficientes –decía– porque, si no nos venden alimentos o se encarecen los alimentos que compramos afuera, vamos a padecer en México: pero si somos autosuficientes en maíz, en frijol, en arroz, en carne, en leche…, si producimos en México lo que consumimos, nos van a hacer lo que el viento a Juárez”.

Pero ya conoce usted a los políticos: prometen una cosa y hacen otras muy distintas.

Yo no estoy de acuerdo en principio con buscar la autosuficiencia. Desde que David Ricardo postuló la teoría de las ventajas comparativas, a principios del siglo XIX, quedó claro que la prosperidad de un país no depende de que produzca todo, sino de que se especialice en lo que hace mejor. Singapur y Suiza son ejemplos de naciones sin grandes recursos naturales, que generan pocos bienes, pero que por su especialización han dado a sus poblaciones un alto nivel de vida.

Tampoco creo en boicotear o destruir la producción nacional solo por ser nacional, como ha venido haciendo el gobierno. Lo ha hecho, por ejemplo, al rechazar los medicamentos nacionales, aunque sean mejores y más baratos, y optar por los que vienen de otros países. Lo ha hecho también ahora con la prohibición del glifosato, el herbicida más utilizado en el mundo.

El 31 de diciembre, en una edición vespertina del Diario Oficial, que pretendió pasar inadvertida entre los festejos de fin de año, el presidente López Obrador publicó un decreto que prohibirá el glifosato a partir de 2024. La medida no tiene nada que ver con la ciencia, solo con prejuicios políticos. Así lo sugiere la frase de que el herbicida será reemplazado con opciones “culturalmente adecuadas”, como otros agroquímicos, productos biológicos y orgánicos, prácticas agroecológicas o “uso intensivo de mano de obra”.

El glifosato inhibe una enzima que solo se encuentra en ciertas plantas, por lo que no afecta a otros cultivos o a mamíferos, y se dispersa con rapidez. “Es virtualmente inocuo en dosis normales para los animales, incluso para los humanos”, señala Matt Ridley, el autor británico. Decenas de estudios han demostrado que no es peligroso y por eso se utiliza de manera habitual en la agricultura de todo el mundo. Es mucho más seguro que el paraquat, que reemplazó, el cual sí era venenoso para mamíferos y humanos. Es verdad que un comité de la OMS dominado por activistas publicó un estudio que señala la posibilidad de que el glifosato pueda ser cancerígeno, pero en cantidades que harían también que las salchichas o el café lo fueran. Habría que consumir grandes cantidades en una sentada para que surgiera esa posibilidad.

El Consejo Nacional Agropecuario ha advertido que la prohibición del glifosato provocará en México una caída de 30 a 50 por ciento de la producción agrícola. Aun suponiendo que las cifras sean exageradas, no hay duda de que los cultivos en México serán menos competitivos. Pensar que el herbicida puede ser reemplazado con “uso intensivo de mano de obra”, con peones que arranquen manualmente hectárea tras hectárea de hierbas que dañan los cultivos, solo revela el desconocimiento del trabajo del campo de quienes hicieron la ley.

La prohibición del glifosato condena a México a depender cada vez más de los alimentos que se cultivan en el exterior. No parece entenderlo el presidente que buscaba la autosuficiencia y que repite constantemente “Prohibido prohibir”.

Condones

El gobierno de la Ciudad de México ha prohibido a su vez los plásticos de un solo uso. Me pregunto: ¿habrá que utilizar los condones varias veces o serán retirados del mercado?

Twitter: @SergioSarmiento

Agencia Reforma

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