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Sergio Sarmiento: Realismo trágico

Sergio Sarmiento

“Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir”.

Federico García Lorca


La muerte ronda cada vez más cercana, cada vez más implacable. El propio gobierno reconocía este viernes pasado, 22 de enero, 147,614 fallecimientos por covid. Como México sigue siendo uno de los países que menos pruebas aplica, la cifra verdadera es, sin duda, significativamente mayor.

No hay indicios de que la pandemia esté domada. Lejos de ser un ejemplo, somos uno de los países con peor desempeño. Tenemos la mayor tasa de mortalidad por caso en la tabla de 20 países que publica la Universidad Johns Hopkins: 8.5 por ciento, contra 3.5 por ciento de Italia, el segundo peor, 1.7 por ciento de Estados Unidos, 1 por ciento de Turquía. Esto se debe en parte a que en México solo se hacen pruebas a pacientes muy graves, pero también al hecho de que nuestro sistema de salud se ha colapsado.

El primer caso de covid se detectó en México el 27 de febrero de 2020; la primera muerte, el 18 de marzo. El 22 de enero ya acumulábamos 1.7 millones de contagios y nos acercábamos a los 150 mil fallecidos. Nada más el viernes pasado murieron de covid 1,803 personas. La cifra no incluye a quienes no se les hicieron pruebas y fallecieron supuestamente de otras causas.

Según la Secretaría de Salud, entre 2015 y 2018 se registraron 680,031 muertes promedio en las 50 primeras semanas del año. En el mismo período de 2020 hubo 954,517. Tuvimos, así, 40.4 por ciento más muertes de las esperadas o un total de 274,486. La mayoría, cabría suponer, son por el covid, aunque algunas pueden deberse a la saturación del sistema de salud.

En la Ciudad de México, donde vivo, es muy difícil ya encontrar un cuarto de hospital. Las autoridades capitalinas reportaban el día 22 una ocupación de 87.9 por ciento en hospitales de covid, pero las historias de pacientes que peregrinan durante horas sin encontrar hospital, para finalmente encerrarse en sus hogares, se multiplican. Aun en casa resulta cada vez más difícil hallar tanques de oxígeno. Los establecimientos que los venden, alquilan y rellenan están rebasados. Los precios, además, se han disparado. Para muchos, la única opción es no solo quedarse en casa, sino recurrir a remedios improvisados en espera de la muerte.

La vacunación parece la luz al final del túnel, pero en México está empezando muy lentamente. La recomendación de los expertos es comenzar primero con el personal de salud de primera línea, para seguir con las personas de mayor edad. Recomiendan también vacunar primero en los lugares más afectados, particularmente las zonas urbanas más susceptibles a contagios masivos. Pero en México las brigadas de vacunación están formadas por hasta siete elementos, de los cuales por lo menos dos son “servidores de la nación”, una especie de falange que promueve los dogmas del régimen, los cuales deben ser vacunados también por órdenes del gobierno. El presidente López Obrador ha anunciado, además, que va a empezar esta semana la vacunación de maestros, la mayoría jóvenes, en Calakmul, Campeche, una zona en donde casi no hay contagios. La política puede más que la opinión de los científicos.

Mientras nuestro país sufre quizá su peor catástrofe de los tiempos modernos en términos de pérdida de vidas humanas, el presidente se preocupa por otros temas. En su conferencia de prensa del 22 de enero su mensaje central fue acusar a Twitter de ser panista. En México el surrealismo político se vuelve realismo trágico.

Contagiado

Al final ni su fuerza moral ni los detentes impidieron el contagio que promovía su desprecio por el uso de mascarillas. El presidente López Obrador está contagiado de covid. Afortunadamente sus síntomas son leves y no le faltará oxígeno si lo requiere. Al país le conviene que se recupere rápido, pero que se dé cuenta de los riesgos de esta mortífera enfermedad.

Twitter: @SergioSarmiento

Agencia Reforma

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