“Una muerte es una tragedia; un millón, una estadística”.

Joseph Stalin

El covid-19 fue la segunda causa de muerte en México entre enero y agosto de 2020, rebasando a padecimientos como la diabetes mellitus, los tumores malignos, la influenza y la neumonía. El INEGI calcula que en esos ocho meses hubo una mortalidad excedente de 184,917 personas, 37.9 por ciento arriba de lo normal. Este número incluye no solo covid, sino también otras enfermedades.

Ayer el INEGI documentó que solo de covid se registraron 108,658 fallecimiento entre enero y agosto de 2020. Es una cifra muy superior a las que manejaba la Secretaría de Salud, que reportó 75,017 muertes por la pandemia entre enero y agosto (datos de Julio A. Santaella). El INEGI encuentra 33,641 más, o sea, 44.8 por ciento. Édgar Vielma Orozco, director general de estadísticas sociodemográficas del INEGI, me explica que la diferencia se debe a que Salud considera en sus cifras solamente a quienes fallecen en hospitales, pero “el 55 por ciento de la gente muere en casa o en las calles”.

Lejos ha quedado el tiempo en que el presidente López Obrador podía “decirle a la gente: serenos, tranquilos”; cuando pedía a los medios evitar “amarillismo”, “exageraciones” y “una psicosis de miedo, de temor, porque hay quienes no actúan con ética y vuelan, no tienen objetividad”. El 28 de febrero de 2020 declaró: “Tenemos los médicos, los especialistas, la capacidad para hacerle frente a este caso del coronavirus. No es, repito, según la información que se tiene, algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza”.

Hoy sabemos que el sistema de salud no estaba listo para hacerle frente al covid; que la epidemia sí es “algo terrible, fatal”; que es más mortífera que la influenza; que a pesar de que se trata de una enfermedad nueva, que cobró su primera vida en México apenas el 18 de marzo de 2020, se convirtió rápidamente en la segunda causa de muerte.

Para combatir un mal, cualquiera que sea, es importante conocerlo. Una de las razones por las cuales el presidente menospreció la pandemia fue por falta de información. El propio secretario de salud, Jorge Alcocer, declaró el 28 de febrero que la situación “no es de gravedad. No se requiere contabilizar y hacer una situación de cuantas camas se necesitan en esta situación [sic]. No, lo que tenemos es claramente suficiente”. El subsecretario Hugo López-Gatell afirmó: “El coronavirus 2019 es una enfermedad como más de 180, infecciones por virus que se presentan de manera característica en la época invernal”; con el fin del invierno, dijo, y por el clima cálido de México, “la velocidad con que se transmite va a ser considerablemente menor”.

Hoy sabemos que el covid sí es grave; que si su tasa de mortalidad es pequeña, 2.1 por ciento sobre contagios según la Universidad Johns Hopkins, o quizá menos del 1 por ciento si consideramos la falta de pruebas, su transmisión es fácil; que no se modera en climas cálidos; que es el segundo asesino en México.

El nuestro no es el único país que ha cometido errores al enfrentar el covid. El gobierno del Reino Unido tenía la idea de que podría limitar el número de muertes a 20 mil, pero ya registra más de 100 mil. Por eso el primer ministro Boris Johnson declaró este 26 de enero: “Nos aseguraremos de aprender las lecciones y reflexionar y prepararnos. Lamento cada vida que se ha perdido y, por supuesto, como primer ministro asumo la completa responsabilidad de todo lo que ha hecho el gobierno”. En México nadie ha asumido esa responsabilidad, ni ha reconocido los errores.

Natural

Con información del gabinete de salud, Olga Sánchez Cordero comentó ayer en la mañanera-sin-AMLO sobre el covid en el valle de México: “Yo creo que está absolutamente contenido y con un ligero descenso”. Parece que el optimismo es una enfermedad natural de los políticos en el poder.

Twitter: @SergioSarmiento

Agencia Reforma

Te interesa:

Sergio Sarmiento