“El dinero ayuda a soportar la pobreza”.

Alphonse Allais

Era previsible, pero la información oficial ya ha documentado que el 2020 fue un año desastroso para los trabajadores de nuestro país. El ingreso laboral bajó 2.5 por ciento entre el cuarto trimestre de 2019 y el mismo periodo de 2020, mientras que la pobreza laboral, el porcentaje de población que, pese a trabajar, tiene un ingreso inferior a la canasta alimentaria, pasó de 37.3 a 40.7 por ciento, según el Coneval.

No solamente ganaron menos los trabajadores, sino que hubo menos personas en la fuerza laboral. La población ocupada disminuyó en 2.4 millones en 2020 para quedar en 53.3 millones en el cuarto trimestre. La subocupación, condición de las personas que sí están trabajando, pero que necesitan hacerlo más para cubrir sus necesidades, subió de 4.3 millones a 8.1 millones.

El INEGI reporta que la población económicamente activa en el cuarto trimestre de 2020 disminuyó en 1.7 millones frente al año anterior para llegar a 55.9 millones. La tasa de desocupación abierta seguía siendo baja, de 4.6 por ciento, contra 3.4 por ciento del cuarto trimestre de 2019, pero en buena medida esto es producto de que, como no tenemos seguro de desempleo, la gente está obligada a trabajar, aunque sea una hora a la semana, por lo que se le considera oficialmente ocupada. El número de personas con empleos registrados en el IMSS disminuyó 3.2 por ciento, o 647,710, entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020. Al cierre de 2020 el IMSS tenía en sus listas a 19,773,732 trabajadores.

Los subsidios que reparte el régimen tienen, seguramente, un impacto positivo en la población más pobre, especialmente la que no trabaja, pero no contamos hasta el momento con indicadores para medirlo. Tanto el gobierno federal como los locales venían distribuyendo subsidios en el pasado, por lo que habría que determinar cuál es el beneficio adicional que generan los nuevos programas. Los estudios del INEGI y el Coneval nos irán dando una visión más clara de los resultados de estos programas, que son la parte fundamental de la acción social de una administración que asumió el poder con el propósito de gobernar primero para los pobres.

La pandemia ha tenido un impacto muy negativo no solo en la economía, que se contrajo 8.5 por ciento el año pasado, sino en la situación de los pobres, pero no es el único factor en juego. El presidente López Obrador sostiene que lo más importante para paliar la situación de los pobres son los subsidios que entrega su gobierno y no las posibilidades de trabajar. Ha calificado de “neoliberal” la idea de enseñar a pescar en vez de repartir pescado: A los pobres, como a los animalitos, dijo el 29 de marzo de 2019, “se les tiene que dar alimento, sí, pero en la concepción neoliberal todo eso es populismo, paternalismo”.

Quizá esta filosofía explique por qué el gobierno ha tomado tantas medidas para inhibir la inversión o para cancelar proyectos productivos concluidos o avanzados. Para él, la forma de poner primero a los pobres es darles dinero. El concepto de generar riqueza no entra en su mentalidad.
Por lo pronto, en tiempos de pandemia los resultados son decepcionantes. En 2020 bajó el ingreso y aumentó la pobreza laboral, se redujo el número de ocupados y aumentaron los subocupados. No sabemos si los subsidios son suficientes para compensar esta situación, lo que sí es claro es que no generarán ni empleos ni prosperidad. Al parecer, sin embargo, esa no es prioridad para un gobierno que dice que quiere ayudar a los pobres.

Servidores

La participación de los Servidores de la Nación en el proceso de vacunación ha sido altamente cuestionable. No sorprende que pidan la credencial de elector de los vacunados, que es una forma de identificarlos, pero sí que les tomen fotografías. Si el gobierno quería generar sospechas, lo está logrando.

Twitter: @SergioSarmiento

Agencia Reforma

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Sergio Sarmiento