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Luis Echeverría cumple 100 años; su participación en el 68 sigue en la opacidad

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Luis Echeverria

Imagen el ex presidente durante su sexenio.

“¡2 de octubre no se olvida!”, “Ni perdón ni olvido”. Son consignas que cada año se repiten en recuerdo de las matanzas de Tlatelolco en 1968 y del 10 de junio de 1971, y con las que se relaciona al ex Presidente priista Luis Echeverría Álvarez, quien hoy cumple 100 años en su casa.

 Un siglo que contrasta con las vidas de jóvenes que fueron cortadas violentamente por manifestarse de manera pacífica.

 “Cuando ser joven era un delito”, rezaba una de las tantas pancartas que desfilaron al conmemorarse 50 años del 68.

 Jóvenes golpeados, torturados, asesinados, desaparecidos, víctimas de una guerra sucia que desató el Estado en los tiempos de Echeverría para enfrentar la disidencia política y la inconformidad expresadas en una serie de movimientos opositores, armados y pacíficos.

 “Luis Echeverría: 100 años a cuestas y 54 años retumbando en tu conciencia el clamor de justicia de quienes sin razón fueron arrebatados de sus proyectos de vida en Tlatelolco”, dice Pablo Monroy, estudiante en 1968, defensor de derechos humanos y magistrado en retiro. Una opinión que refleja el sentir de muchos jóvenes reprimidos hace más de cinco décadas.

 Monroy, como Sergio Aguayo, también defensor de derechos humanos, pertenecen a esa generación de estudiantes marcada por la represión, los golpes y la cárcel.

 Aguayo, además, fue testigo de cómo sus amigos del barrio de San Andrés, en Guadalajara, en 1973 se incorporaban a movimientos armados ante la desconfianza en la vía civil.

 Echeverría nació en la Ciudad de México el 17 de enero de 1922, estudió en la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM -hoy Facultad de Derecho- y llegó a la Presidencia de la República por el PRI.

 Hoy cumple 100 años sin que se conozca la verdad de las acciones que ordenó entre 1970 y 1976.

 “El triunfo de la impunidad y la opacidad”, resume Aguayo al comentar la llegada del ex Presidente al siglo de vida, en su casa de San Jerónimo.

 Hay toda una generación de estudiantes, maestros e intelectuales, que ronda los 70 años, que ha sido marcada por la represión.

 José Revueltas, Heberto Castillo, Luis González de Alba, Pablo Gómez, Salvador Martínez della Rocca, Raúl Álvarez Garín, son algunos de los dirigentes encarcelados después del 2 de octubre de 1968, al igual que muchos estudiantes, algunos con nombre y otros anónimos, que apenas rondaban los 20 años y que salieron de prisión por una amnistía decretada por Echeverría, quien era Secretario de Gobernación con el Presidente Gustavo Díaz Ordaz cuando ocurrió la matanza de Tlatelolco.

 Se cumple un siglo de vida de quien emprendió la llamada guerra sucia para enfrentar a los grupos guerrilleros. La muerte de Genaro Vázquez, en 1972, y Lucio Cabañas, en 1974, dirigentes del llamado Partido de los Pobres, son una mancha más en el sexenio echeverrista.

 En 1973 se creó la Liga Comunista 23 de Septiembre, responsable del asesinato del empresario Eugenio Garza Sada en Monterrey, el 17 de septiembre de ese año, tras un fallido intento de secuestro. Ese hecho también marcó su sexenio y la relación con el sector empresarial.

 Acusado de genocidio por la entonces Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femspp) -de efímera vida entre 2002 y 2007 en los sexenios panistas-, Echeverría fue el primer ex Presidente, y hasta ahora el único, en comparecer ante un ministerio público y declarar durante varias horas en julio de 2002.

 Según testimonios, no aceptó su responsabilidad en los hechos de 1968 y 1971, a los que calificó de “tragedia nacional”.

 Echeverría es el único ex Presidente al que le han girado orden de aprehensión -el 30 de junio de 2006, en vísperas de las elecciones presidenciales de ese año-, la cual cumplió en su casa por tener 84 años. Tras una serie de vaivenes legales todo concluyó con su liberación, aunque no exculpación, el 27 de marzo de 2009.

 Fue una liberación “por falta de elementos para procesarlo”, pero “con las reservas de ley”, según informó la Fiscalía, lo que implica que ante nuevas pruebas o evidencias pudiera retomarse el caso, en el que fue acusado del genocidio y muerte de estudiantes e inocentes.

 De hecho, el Comité del 68 aseguró hace unos meses que las diligencias no han concluido y que el caso sigue abierto, pues contrario a lo alegado por la defensa del ex Presidente, las acusaciones de genocidio no prescriben, por ser delitos de lesa humanidad.

 Además, porque en octubre de 2021 el actual Gobierno anunció la creación de la Comisión por el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico y Justicia a las Violaciones graves a los Derechos Humanos cometidos entre los años 1965-1990.

Golpe a Excélsior

 Luis Echeverría tiene una historia de claroscuros. En la memoria de muchos está su intervención en el conflicto en el periódico Excélsior y la salida, el 8 de julio de 1976, del entonces director Julio Scherer García, acompañado de un grupo de periodistas, colaboradores, reporteros y trabajadores, entre los que estaban Miguel Ángel Granados Chapa y Vicente Leñero.

 “Libertad de expresión” fue la demanda que unió al grupo y la que después convocó a ciudadanos a otros proyectos periodísticos, entre ellos la revista Proceso, que publicó su primer número el 6 de noviembre de 1976, días antes de que terminara el sexenio.

Al Tercer Mundo

 Personaje polémico, contradictorio, el ex Presidente Luis Echeverría tuvo durante su gestión una política exterior de largo aliento, que se caracterizó, entre otras cosas, por su impulso a los países del llamado Tercer Mundo y al Movimiento de los Países No Alineados en plena Guerra Fría, y el apoyo a los gobiernos de la región, como el encabezado por Salvador Allende, en Chile, y el de Fidel Castro, en Cuba.

 Un punto relevante fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular de China, encabezada por Mao Tse-Tung, en 1972.

 Además, a lo largo de su Presidencia abrió las puertas a exiliados sudamericanos, perseguidos políticos y expulsados por las dictaduras en Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia.

 De la mano del entonces Embajador mexicano en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, ante el golpe de Estado contra Allende, decenas de exiliados chilenos encontraron refugio y acogida en México, empezando por la viuda del Presidente, Hortensia Busi de Allende.

 Y así como abría las puertas del País a los ciudadanos perseguidos, las cerraba para los dictadores.

 Echeverría rompió relaciones diplomáticas con el gobierno de Augusto Pinochet y restringió el intercambio con la España de Francisco Franco -país con el que no había relaciones formales-, e incluso llegó a pedir su salida de la ONU, ante el fusilamiento de presos vascos, en los estertores de la dictadura franquista en 1975.

 En medio de la Guerra Fría, Echeverría visitó la URSS, China, Cuba, Japón, países europeos y de Asía, África y América Latina con un discurso sobre un nuevo orden económico internacional y regional, un impulso a los países del Tercer Mundo y al Movimiento de los Países No Alineados.

 En México, esa política internacionalista la reflejó en la creación del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, con sede en San Jerónimo, cerca de su domicilio hasta la actualidad, y en el impulso para que el País fuera sede de la primera Cumbre Mundial sobre la Mujer, en 1975, con apoyo de la ONU.

 Echeverría, quien al término de su sexenio quiso ser secretario general de la ONU, acabó con un exilio dorado al ser nombrado Embajador de México en Australia, Nueva Zelanda y las lejanas Islas Fidji.

Termina en el ocaso

El expresidente, captado en el estadio Olímpico Universitario al recibir su segunda dosis de la vacuna contra Covid.

Como si se hiciera eco del refrán popular “candil de la calle y oscuridad de su casa”, Echeverría, con gran reconocimiento internacional, enfrentó el repudio nacional.

 No sólo se le sigue atribuyendo responsabilidad cada 2 de octubre o 10 de junio, sino que está presente el recuerdo de su sexenio represor.

 El mismo 1975, cuando fue reconocido en China, en la Cumbre de las Mujeres y en reuniones internacionales, salió por la puerta de atrás y en medio de piedras lanzadas por los estudiantes que repudiaban su presencia en un auditorio de la Facultad de Medicina de la UNAM, al que le habían dado el nombre, por cierto, de su amigo el chileno Salvador Allende.

 El 14 de marzo de ese año acudió a inaugurar unos cursos, pero salió en medio de gritos de “¡Fuera, fuera!” y “¡Asesino, asesino!” de los estudiantes, a los que acusó después de “fascistas” y de ser “movidos por la CIA”, según las crónicas de la época.

 Ese mismo Echeverría, pero 46 años después, reapareció públicamente en la UNAM, pero en las inmediaciones del Estadio Universitario y en silla de ruedas, haciendo fila para que le aplicaran la segunda dosis de la vacuna contra el Covid.

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La purga de archivos de Echeverría

 El investigador Sergio Aguayo, autor del libro “El 68. El Presidente, los estudiantes y la CIA” y que ha invertido varios años en hurgar en los archivos oficiales y no oficiales, está convencido de que Luis Echeverría “es el símbolo de la opacidad”.

 “Si uno compara a los personajes del 68 y la Guerra Sucia, todos ya dieron su verdad sobre el asunto. Echeverría es diferente. Es el único en el cual yo tengo la impresión de que, como Secretario de Gobernación y luego como Presidente, se encargó de una purga bien notable de los archivos, porque hay muy poca información, por ejemplo, de los acuerdos con (Gustavo) Díaz Ordaz Falta muchísima información.

 “Creo que de manera deliberada expurgó los archivos incluso cuando lo interrogan en la Fiscalía fue muy escurridizo y se ha rehusado a hablar”, señaló Aguayo.

 Para el investigador de la historia reciente del País y de la guerra sucia, Echeverría es un personaje contradictorio y enredado, cuya vida y silencios deberían ser desentrañados por un historiador joven y bien formado.

Agencia Reforma

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