Los usuarios de redes sociales no paran de denunciar y exhibir a los “covidiotas”, como se ha llamado a quienes con sus conductas desafían la pandemia de Covid-19, que ha matado a millones alrededor del mundo.
Primero la palabra fue una novedad y tendencia, pero ahora su uso se ha vuelto común.

Se estrenó el año pasado con las personas que, en los primeros meses, desobedecían el distanciamiento social o salían disparados a los supermercados para arrasar con papel higiénico en preparación para el confinamiento.

Recientemente, el neologismo que fusiona “Covid” e “idiota” se aplicó en quienes no se resistieron y acudieron a esa reunión entre amigos y familiares para disfrutar una tarde dominical de Super Bowl.

“Mi hermano, el de en medio, no es covidiota, es covimbécil”, fue uno de los tuits en estos días.

“Se fue a ver el Super Bowl con sus amigotes y probablemente va a regresar a esperar que mis padres (gente mayor) lo atiendan a cuerpo de rey por ahí del mediodía”.

Fuera de la lógica de que a más conocimiento del virus, más conciencia para prevenirlo, parece que la humanidad no ha aprendido nada en este año, afirma Jorge de Juan, autor de “El manual del covidiota”, libro ilustrado, publicado por Ediciones Farraguas.

La obra surgió en España cuando este país vivía el durísimo inicio de la pandemia.

“Cada vez parecemos mostrar nuevos síntomas de idiotez: algunos por puro egoísmo y falta de empatía (como los que siguen celebrando fiestas o se siguen comportando como si los muertos o los contagios no existieran)”, comenta el escritor.

“Otros por negacionismo, otros por rebeldía (hay mucha gente que sigue negándose a usar el cubrebocas), luego están los que usaban métodos delirantes como beber lejía o inyectarse desinfectante”.

Ahora, con las vacunas también entran en este rubro quienes difunden las teorías conspiratorias que hablan de un chip controlador, dice el también editor.

“La lista es muy larga, es interminable, parece mentira que haya pasado un año y el número de covidiotas haya aumentado tanto y en términos tan diferentes”.

La palabra surgió en inglés (covidiot) en los encabezados de la prensa estadounidense para presentar esas primeras historias que relataban actos temerarios frente al Covid, como aquella en la que miles de personas violaban la política de cubrebocas en una playa de Miami, hasta un hombre que hacía un agujero en su mascarilla para respirar mejor.

Ahora es en Twitter, Facebook y TikTok, donde abundan las cuentas creadas especialmente para exhibir a los “covidiotas” por organizar y asistir a fiestas masivas o por su prepotencia al exigir entrar a una tienda o restaurante sin usar cubrebocas.

“Los covidiotas no atienden a la realidad ni a los datos”, afirma De Juan, “sencillamente no se los cree y vive en una realidad paralela, lo que hace que pongan en riesgo a mucha gente alrededor”.

Te puede interesar: ‘No voy a usar cubrebocas’: López Obrador

Usar el cubrebocas, expresión de respeto hacia los otros

Más allá de ironizar, indignar o acusar, hablar del fenómeno de la “covidiotez” implica poner bajo la lupa a una sociedad que no estaba preparada para las dimensiones de la pandemia y que reacciona bajo distintos criterios y pensamientos.

“En circunstancias así se ponen a prueba todas las normas, lazos y formas de convivencia social y se pone en desequilibrio la estabilidad emocional de los individuos, ¿de qué manera podemos lidiar con algo así?, ¿hay quién piense que estábamos preparados? No lo estábamos, ni individual ni colectivamente”, comenta Félix López, filósofo y académico de la UANL.

“Nos hemos resignificado empáticos y solidarios, pues nos preocupamos por los demás e intentamos hacer lo que podemos por aliviar y apoyar a quien lo necesita, pero también nos develamos débiles y egoístas al ver primero por cada uno de nosotros, por nuestro beneficio, placer e, incluso, salud”.

También la “covidiotez” lleva a hablar de la necesidad de una civilidad pandémica en la que, además de las vacunas y las medidas sanitarias, el respeto, la empatía y la solidaridad se vuelven esenciales para superar la contingencia.

Benjamín García, responsable de actividades de cultura de paz en la UDEM, indica que el uso del cubrebocas es una expresión de respeto hacia los otros.

“Cuando vamos al súper, entramos a una tienda de conveniencia, nos piden usar el cubrebocas, y yo puedo decidir utilizarlo por la corresponsabilidad que tengo con el otro. Eso es cultura de paz”, comenta el también psicólogo y director del Departamento de Espiritualidad Universitaria para el Servicio.

“Tenemos esa oportunidad de demostrar esa solidaridad, pero también cómo el respeto a la dignidad del otro hace que ponga de manifiesto mi propia dignidad, y la capacidad de considerar al otro como alguien importante, como alguien con quien puedo estrechar lazos”.

Agencia Reforma